miércoles, 7 de enero de 2015

Ángel González

Así que esto es lo que tenía que encontrar para querer que se terminara el día. Superado el frío de la casa cerrada casi veinte días. Superado el dolor de cabeza, el sueño de las nueve de la noche, el hambre sin ganas de levantarme a comer. Y algo me hacía seguir en vela, inquieta, rebuscando a ciegas. Todo tranquilo, aparentemente sin novedad, en los chequeos de redes sociales y en los avatares de siempre a los que aún puedo llegar. Y sin embargo, presentía que se me escapaba algo. Desearía no haberlo encontrado, vivir siempre en la ignorancia de esta noticia horrible. No puedo imaginarme que ya no estés del lado de los vivos, justamente ahora que estaba empezando a sospechar que todo se funde en negro definitivamente.
Me rebelo ante la idea de olvidar tu voz, que he guardado en mi memoria todos estos años. Por si acaso ya hacía tiempo que descargué algunas conferencias tuyas, pero ahora sé que no quisiera tener que oírlas nunca por no ser capaz de recordar.
Te lloro. Como si hubiera muerto alguien muy mío.

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/22/actualidad/1419243245_799554.html