domingo, 28 de octubre de 2012
Manzanas
...Y así durmió la siesta, en un sueño profundo, relajante y reparador, como si se hubiese quitado un gran peso de encima compartiendo algo a lo que estaba dando vueltas desde hacía ya tiempo, y que soltó casi al final de la comida...
No debió de ser tan grave ni tan escandaloso el efecto como de hecho temía, pues vió los platos terminados a su alrededor unos minutos más tarde.
Sólo en el suyo se habían quedado frías tres o cuatro cucharadas de garbanzos y algún trozo de carne...
Su padre insistió en que comiera una manzana, tal vez un poco más insistentemente de lo normal, y ella, como siempre, se negó; pero sabía que estaría sana y fuerte sin manzanas cuando llegara el momento...
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