miércoles, 2 de enero de 2013

A diez días otra vez

Tiran de nosotros esas otras posibilidades de lo que nunca ocurrió
o que sólo fue cierto en otro mundo.
Las formas se hacen nítidas
los acentos golpean nuestro cráneo desde el interior
y hasta el mínimo gesto de una comisura nos arrastra de golpe
como en un derrumbamiento que no podemos parar.
No tranquiliza saber que el desenlace concluyó.
No da descanso.

Con cada mano empecé trazando líneas al azar en un papel
que se juntaban, que no seguían un orden
y cuando estaban revueltas no podía distinguir mi rastro racional del trastornado.
No existen los renglones concluyentes.
Pero es bueno bucear en esas aguas agitadas y sin luz
sólo así se descubre qué es la vida.

Nunca he estado en Ezeiza,
y además ahora tengo miedo a los aviones así que ni siquiera pienso en ir allí.
Pero no me hace falta.
Nadie te olvida Gabo, así pasen mil años.

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