martes, 22 de enero de 2013

A room of one´s own

Un buen descubrimiento, confirmar que me gusta hablar de guerra porque es un tema sacralizado por la concepción masculina, que decidía lo que era importante y lo que no.
Me gusta hablar de cosas masculinas y hacer las femeninas.
Por las mañanas hablo de la guerra y por la tarde me vuelvo a rebuscar en las rebajas. Si me da tiempo descargo fotos de arte y, si estoy de buenas, dos veces por semana poso con languidez.
Creo que llegado el caso no sería mala disparando de ocho a tres y, por la tarde, de nuevo a comprar algo.
El drama en estos tiempos es que las fronteras de género se hayan diluído ya.
Empezó a sospechárselo también Virginia Woolf:
"It would be a thousand pities if women wrote like men, or lived like men, or looked like men, for if two sexes are quite inadequate, considering the vastness and variety of the world, how should we manage with one only? Ought not education to bring out and fortify the differences rather than the similarities?"

 

Pero las tareas atribuídas a los sexos ya no se diferencian, y era mucho más llano su repaso hasta el quinto capítulo.
Termino esta lectura como quien ha comulgado el pan sagrado, y sé que en adelante crecerá dentro de mi, tan profunda impresión me ha provocado, tan acertadamente ha llegado a mi vida, en el preciso instante y circunstancias, tan fielmente traduce lo que estaba incubando, y sé que con más tiempo podré distinguir, tan claramente como antes otros puntales, este texto convertido en un hito en mi intrahistoria.
Mi amiga de la infancia me conoce bien. Me regala los libros antes de que yo misma pueda detectar cómo afinar mis cuerdas.
Supongo que desde fuera todo se ve con más nitidez que encerrada aquí dentro.
Con su sexto sentido y su especial intuición, bien ella o el destino sacan a mi encuentro el apellido en cuestión, a veintisiete páginas para acabar, y me dejan de piedra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.