No es buena idea hacerse las chuletas en el antebrazo para la clase de arte: el románico nunca ha emitido demasiada luz, el tiempo para levantar bolis del suelo es muy sucinto, el hueco entre las sillas ajustado, los músculos se tensan con los nervios y la patética descompostura acaba llamando inevitablemente la atención.
Mejor dar el cambiazo, como toda la vida...
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