sábado, 2 de febrero de 2013

Prado

No recuerdo en qué curso nos llevaron de visita al Prado con una profesora inolvidable que aún es mi ejemplo, mi guía y mi gran inspiración.

Ya desde entonces supe que algún día quería ser capaz de hacer lo mismo, y hoy me he visto en la misma situación.

No me aventuro a juzgar cómo me ha ido, mas me he sentido plenamente satisfecha.
 

La sala nuestra
en semicírculo a mi alrededor
más de dos filas con ojos muy redondos
expectantes por ver la magia ponerse en acción.
Nunca tan limpio el color del lapislázuli
el morado de la Magdalena refrenándome para no divagar.
Emoción contenida
transparencias resbalando en las mejillas de María Cleofás.
San Juan se agacha
ondulantes los paños tras mis dedos hormigueantes
sus pupilas a un segundo de mi voz.
De tres en tres los grupos a los lados
hacia atrás y hacia delante
imperceptiblemente en el escueto margen del telón.
Se desploma la mano de la Virgen
hay gemidos
las telas se rozan
la escalera chasca
el fino pelo de visón tiembla un instante
y los brocados recios con aplomo aguantan el tirón.
" Sí, profe, he visto cómo se movían
con la misma fe que vi a los Reyes a los cinco años en el salón".
 


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