Como en esas películas de Bergman donde el verano es luminoso, fácil y no hace falta demasiado aditamento, ni tuberías, ni calefacción.
Cuando encontré un contenedor de obra que más o menos me había convencido y la grúa-góndola para descargarlo se me ocurrió que me estaba enmarañando con cosas poco urgentes y que más me valía otro cambio más intenso. La siguiente llamada fue para preguntar por el temario de mi nueva profesión.
Cuatro años después lo de los contenedores es algo bien
manido. Perfeccionados y abundantes, dan pie a prosopopeyas. No perdamos el norte:
lo quiero austero, precario, ensimismado, que me permita volver a lo primario, sólo
de mayo a octubre.
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