Como aquel miedo de cuando era niña y se decía que nuestra vecina se gastaba el dinero de la compra en las máquinas del bar, y después no tenía algo que llevar a casa. Pues bien, de madrugada, cuando llegué aturdida por los punteos y la intensidad, contesté a otro con las palabras que durante todo el concierto había escrito para ti.
Desde entonces no me ha pasado nada más bonito que pueda contarte. Y me he quedado en blanco.
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