sábado, 27 de abril de 2013

No más juegos del hambre

Bajo mi lema: "No hacer nada que no hiciera mi abuela"* siempre me he sentido mucho más armonizada con el exterior.
Son preocupantes las noticias que llegan, y ya me sospechaba que no es de recibo comer esas novedades tan escrupulosamente empaquetadas que se encuentran en los grandes almacenes donde los proveedores suministran al por mayor.
Está claro, no seré yo quien compre más pescado enfundado, ni en asépticas cajas de cartón.
Por suerte tengo abierta la misma tienda que ella frecuentaba.
Mi pescadero con aire de flamenco conoce el oficio, me hace señas para recomendarme lo más apropiado, hace bolillos para no dejarme ni una espina y, de cuando en cuando, me prepara cargamentos para no desfallecer los días que no vuelvo a la casa familiar.
(*Lema que sólo me salto con tres excepciones, a saber, el champú de camomila, los analgésicos y el gusto por el arte en general).

The end of the line, por Rupert Murray.
 

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