miércoles, 14 de noviembre de 2012

Soledad Lorenzo

No volverán las tardes pudorosas torciendo Génova para llegar a Orfila, donde aprendí a colarme por las puertas con el marco de acero y las hojas de cristal.
Sin hacer ruido sobre el suelo pulido, casi aguantando la respiración, los muros como inmaculados lienzos a mi alrededor, del tamaño del mundo.
Llegaba hasta el final y levantaba la vista disimuladamente para encontrármela allí: infatigable, eterna, leona defendiendo su guarida desde el altar sagrado, resolutiva y fría, y el nimbo del flequillo-celosía que le hacía relucir...
Mi ideal de mujer contra las olas: Soledad.
Cierra su sede el próximo diciembre el lugar que desde los 18 años me educó la mirada y me enseñó a admirar.

 

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