miércoles, 28 de noviembre de 2012

Duchamp

No me causó demasiado embeleso el sabor de los rovellons.
Sí su picante
y, por supuesto, su esmerada cocción:
"Todo Aristóteles.
Si se me pegó un poco fue porque me entretuve con la última pregunta"...
Me fascinaron los libros en dos filas
las torres de películas
todo lo que hay que conseguir en la vida antes de poderse morir.
(Pista curiosa sobre las diferencias generacionales lo de la cantidad de materiales que acumulas en formato pre-digital).
Migas al suelo, eso no va conmigo.
Omara Portuondo por absoluto azar ( o tal vez no...)
Platón y Marx como testimonios mudos.
Y por fin el Gran Vidrio de Duchamp
"La novia puesta al desnudo por sus solteros, incluso", 1923.


Y su ambigua explicación:
nueve aspirantes
molinillos que machacan
registros separados
marionetas
barreras infranqueables
ruptura
soledad...
Así es como lo veo, y no con la fluidez de mecanismos causa-efecto que me habías querido insinuar.
Al Grand Verre de Duchamp le contrapongo mi Petit Balance,
ley inmutable, empírica y atemporal
por la que, cuanto más interés tiene un platillo, más se escapa del otro
así nos empeñemos en quererlo cambiar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.