domingo, 23 de diciembre de 2012

Las horas

Giovanna Tornabuoni sospechaba que sólo en su cuaderno conseguiría limpiarse la radiactividad.
No era muy conveniente insistir en dar más vueltas ni ver los devaneos de otras mujeres en la misma situación. El mundo continuaba y todo se hacía grande: los niños de los otros, las carencias, el eco de las cosas dichas sin pensar.
Iba a llegar el Año Nuevo y aún se hacía muy difícil decantarse por volver a mover ficha o por dejarse arrastrar.
Volvió a pensar en el nuevo personaje. Inevitablemente su expresión se endureció. Ni describirlo le apetecía siquiera, ni llevarlo más lejos, ni ir al Prado con él al día siguiente. Pero eran casi las tres de la mañana y lo más acertado era dejarlo todo y marcharse a descansar.


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