Voy a soltaros el discurso de la cadena, que es de mis preferidos pues lo aprendí en Historia.
Al final eso somos, eslabones generacionales de la misma cadena. Unos dan paso a otros, en relevo, necesitamos la ayuda de los que van por delante y cuidaremos de ellos a su vez.
Llegan momentos, qué voy a contaros justo ahora, en que unos no se sienten identificados con los otros, que se ven raros, que no se reconocen, que no comprenden mutuamente sus comportamientos, pero aún así, siguen irreparablemente entrelazados, y seguramente por su bien. Por su bien porque, afortunadamente, hasta ahora la vida nunca se ha parado. Arrasa por encima de quien sea, pero sigue adelante, como en el Carro del heno que vimos en el Prado, y más nos vale que sigamos en pie.
El caso es que, llegados a este punto, los siguientes en tirar de las riendas de la sociedad ya os oléis quiénes vais a ser, os guste o no. Pues bien, cuando eso ocurra, que estéis en las mejores condiciones para hacerlo, lo más preparados y con la mejor intención.
Habrá un momento en que colaboraremos juntos. Después ni
eso, y los de mi quinta ya estaremos tan viejos que os tocará sacarnos adelante
como enfermeros, como cocineros, como abogados, o como lo que quiera que seáis.
Ese es el reto, también para vosotros, que le devolváis a la
sociedad siquiera parte de lo que os ha adelantado, y si es posible más.
En el proceso, mientras os estéis desarrollando,
encontraréis la felicidad. Para mi de hecho eso es la felicidad: el desarrollo pleno
de cada persona en libertad.
Ojalá que se cumpla para todos vosotros.
Córdoba, noviembre de 2012.
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